Desde que le dimos carpetazo a la leche de vaca, la industria alimentaria ha hecho todo lo posible para que siguiéramos ‘adictos a la leche’ sustituyéndola por la opción supuestamente más saludable y más nutritiva: Las leches vegetales. Una de las primeras fue la leche de almendras, que era vista en las estanterías de los supermercados convencionales mucho antes de todo este ‘licuado vegetal’ y su contenido en azúcares, ‘apto para diabéticos’, ponía la insulina por las nubes; después llegó la ‘salvadora’ leche de soja (ahora la llamaría aniquiladora) que recomendaban los pediatras como sustituta a la leche materna y que, menos mal, está siendo poco a poco desterrada; después le siguieron la leche de avena (que, por cierto, ahora tenemos leche de avena sin gluten, ¿cómo se bebe eso?), la leche de arroz, de espelta y demás cereales, la leche de quinoa (actualmente la reina de los cereales aunque realmente no es un cereal) y leches de otros frutos secos; la leche de coco (muy de moda todo lo que lleve coco), la leche de cáñamo, la leche de linaza e incluso la leche de alpiste* (mi bisabuela paterna, mujer que trabajaba en las tierras y con animales, se troncharía de la risa con esta última).
* El alpiste contiene ácido oxálico que atrapa el calcio formando oxalato cálcico. ‘En las Islas Canarias, además de aperitivo, se le utiliza como refrescante para los calores y se le considera remedio para los males de orina y cálculos renales, lo cual es erróneo ya que contiene ácido oxálico el cual forma cerca del 80% de todos los cálculos renales‘. Wikipedia (no me ha hecho falta buscar mucho…). [Read more…]