Mi gran deseo es que comencemos a ser conscientes de todo lo que nos metemos por la boca. A veces estamos picando y hablando y no nos damos cuenta ni de lo que estamos comiendo.
Cuando terminen las Fiestas Glotonas y después de tantos atracones, convites, copas, comidas familiares hasta las ocho de la tarde, seremos conscientes de que hemos engordado más de cinco quilos en tan sólo unos días. ¡Todo un record! Lo único que nos consuela es que es invierno y al ir tapaditos todo queda bien escondidito. Aunque en el momento de la ducha nadie tiene escapatoria. Uno se enfrenta a sus barriguitas, a sus celulitis, a sus papaditas… Nos sentimos pesados tanto física como mentalmente.
Resumiendo, una aglomeración de toxinas que corren por nuestra sangre y que están a sus anchas en nuestra grasa. Sí, es en la grasa donde las toxinas se van acumulando.
Preocupados por todo lo anterior buscamos soluciones rápidas, así que vamos a la farmacia o a esas tiendas que te prometen perder peso con sus galletitas de fibra, en busca de laxantes, diuréticos i batidos ‘milagrosos’ y tomamos grandes cantidades deseando quitarnos un ‘peso de encima’. Al poco tiempo vemos que los laxantes nos están destruyendo los intestinos, que los diuréticos nos dejan los riñones doloridos y los batidos nos ‘matan de hambre’.
Al princimo estamos llenos de energía, un poco acelerados, eufóricos, debido a los componentes químicos añadidos para esconder el hambre y quemar grasas que afectan al sistema nervioso, tales como la efedrina y la cafeína. Después de todo ésto, habremos de pagar el peaje del cansancio, la apatía y por supuesto, del hambre. Es entonces cuando comenzamos a notarnos sin energía, cansados, ya que nos hemos negado a nutrir nuestro valioso cuerpo y en su lugar lo hemos ‘atiborrado’ de químicos que nos roban los minerales, vitaminas y aminoácidos esenciales para mantener la vida del ser humano. Así que lo maltratamos comiendo de más y luego lo volvemos a maltrartar dejándolo sin provisiones, sin víveres… [Read more…]